Erase una
vez un joven muchacho que regresó de la guerra. Tenía apenas 20 años, era el
hijo pequeño de una familia pobre con dos hermanos mayores y tuvo que ir a la
guerra siendo muy joven, pensando que conseguiría dinero y así podría ayudar a
su familia para que pudieran vivir mucho mejor. Pero la guerra acabó, y aunque había
luchado con mucha valentía y todos reconocían su valor, volvió a casa sin nada
de dinero, únicamente con su fusil y su uniforme de militar completamente
destrozado.
Cuando llegó
a su casa por fin, se encontró que sus padres habían muerto hace ya un tiempo,
pero el muchacho no pudo enterarse porque ni sus padres sabían escribir, ni él
sabía leer. Pero además sus hermanos se habían quedado con la casa, y ninguno
de ellos tenía ni la más mínima intención de acogerle. Lo único que le quedaba
al pobre muchacho era buscarse la vida por sí mismo. Decidió buscar trabajo, de
lo que fuera con el único propósito de tener un poco de dinero y así poder
comer, pero nadie le daba ningún puesto porque decían que no tenía experiencia,
y es que el pobre muchacho solo había estado en la guerra.
Él no se rendía,
y seguía caminando en busca de trabajo, pero un buen día llegó a un lugar que
era casi desértico, en el que no había apenas nada, pero solo en el centro había
un círculo rodeado de árboles y le llamó la atención, porque se parecía a un
oasis en un desierto, así que se acercó hasta allí. Una vez allí vio que no
había nada, que acercarse hasta allí había sido inútil y como estaba cansado,
se sentó allí un rato a pensar que iba a hacer con su vida. Empezó a rezar,
pidiéndole a Dios que le ayudara a encontrar algo porque si no se iba a morir;
entonces a lo lejos vio venir a un caballero vestido de verde, debían ser ropas
ricas porque brillaban al sol, y cuando estuvo cerca cerca cerca vio que se
trataba de una dama con la piel muy clara y una mirada oscura.
La dama le
preguntó si necesitaba ayuda, y el joven rápidamente le contestó que sí, pero
quería saber cuánto le iba a costar el favor y que le explicara lo que le
ofrecía; ella le contestó que no le debería nada, y que ella le ofrecía ser el
hombre más rico del mundo sin tener que hacer nada a cambio. Esto le pareció un
poco extraño al joven, por lo que empezaron a hablar de las condiciones del
nuevo negocio. Por lo que la dama le dijo que la única condición era que el
joven no fuera un cobarde, a lo que le muchacho le contestó que él era militar,
que venía de la guerra, por lo que no podía ser un cobarde. Pero la dama quería
verlo con sus propios ojos, así que le pidió que se levantara y se diera la
vuelta: cuando se dio la vuelta el muchacho se encontró un oso enorme que se
estaba abalanzando sobre él, por lo que el muchacho cogió rápidamente su fusil
y le disparó, y el oso murió.
La dama le
dijo que esta era la prueba con la que quería comprobar que no era un cobarde y
que ahora vendrían las verdaderas condiciones para que el deseo de ser el
hombre más rico del mundo se cumpliera.
Las verdaderas
condiciones, comenzó a decir la dama, eran que ella le dejaría las ropas que
llevaba puestas, le explico que se trataba de un traje mágico en el que cada
vez que metes la mano en el bolsillo salen puñados de monedas de oro. Al muchacho
le pareció un buenísimo traje, y le preguntó que debería hacer él para poder
gozar de esas riquezas, a lo que ella le respondió que debería vivir durante
siete años con las mismas ropas, utilizaría la capa que ella le ordenara, no se
podría lavar, ni cortar el pelo ni las uñas.
El joven se
quedó pensando que tenía fuerza y fe suficiente para estar siete años viviendo
así por lo que aceptó el acuerdo. La dama se quitó las ropas y se las entregó
al joven.
Lo primero
que hizo fue meter la mano en el bolsillo para comprobar si sacaba oro de él y
así fue, saco un montón de monedas de oro. Después le entregó la capa que era
la piel del oso que había matado antes. El joven aceptó el trato. Si durante
esos siete años el joven moría, la le reviviría y le dejaría en el mismo punto
en el que está ahora pero en una época distinta, si al final de esos siete años
continuaba vivo la dama le daría toda la riqueza que hubiera acumulado durante
esos siete años y desaparecería de su vida para siempre.
Una vez que la
dama se marchó, el joven comenzó su andadura. Durante los primeros días se
dedicó a la buena vida, a tener comida, a dormir en camas lujosas, a beber,
etc. La gente veía como un hombre rico con mucho dinero para gastar. Pero
según iba pasando el tiempo, el aspecto y la falta de higiene hicieron que la
gente se alejara de él. Empezó a tener muchos problemas porque la gente no le
aceptaba y decidió cambiar de táctica. Se dedicó a ayudar a la gente que lo
necesitaba, les daba dinero pero a cambio les pedía que comprara comida para
los dos, puesto que no le dejaban entrar a ningún lado por el olor. Así fueron
pasando, los meses, fueron pasando los años y cuando habían pasado cuatro años
el hombre de la piel de oso era una verdadera bestia lleno de pelo, sucio,
maloliente, además como no le dejaban dormir en ningún sitio y tenía que dormir
en el suelo. Ya apenas nadie se acercaba a él, pero el muchacho continuaba
ayudando a la gente, aunque muchas veces era desde lejos.
Un día
estaba durmiendo detrás de un pajar donde le habían dejado pasar la noche, de
repente oyó un llanto, se asomó y vio a un hombre mayor apoyado en el pajar
llorando muy bajito y le preguntó que le pasaba a lo que el hombre contestó que
había pedido un préstamo que ahora le reclamaban y que como no tenía dinero
tenía que dar su casa a cambio, pero tenía tres hijas que aún estaban sin casar
y que lo más probable es que lo mataran y sus hijas se quedaran solas. El
hombre de la piel de oso le dio todo el dinero necesario para pagar la deuda.
El hombre lo abrazó y estaba tan agradecido le ofreció que se podía casar con
una de sus tres hijas y lo invitó a su casa.
El joven no
tenía intención de casarse pero quería un lugar caliente donde dormir y comer,
pero si además encontraba una esposa que lo quisiera mejor, asique se fue con
el anciano. Cuando llegaron a la casa se encontró con dos de las hijas que eran
muy guapas pero a la vez un poco tontas. Como buenas hijas prepararon la
habitación para su huésped pero hablaron con su padre y le dijeron que como
podía haberlo traído a su casa que parecía un monstruo, que podía estar
enfermo, etc. pero el padre les contestó que les había pagado la deuda y que se
portaran bien con él aunque ellas no hacían más que reírse de él. Pero la hija
más pequeña y la más hermosa de las tres lo miraba a los ojos y vio unos ojos
bondadosos.
Durante los
días en los que el hombre con la piel de oso estuvo allí los dos jóvenes se
conocieron y el no hacía más que decirle que en cuanto pasaran los tres años
las cosas cambiarían pero no le contaba cómo había llegado a esa situación,
simplemente le dijo que había hecho una promesa.
Cuando el
joven muchacho se fue para seguir su camino, la joven le dijo a su padre que
ella aceptaba casarse con el hombre de la piel de oso. El muchacho se puso muy
contento, pues él también se había enamorado de la chica. Cogió uno de los
anillos que llevaba puesto y le puso una cuerda para que ella se lo pudiera
colgar del cuello, después cogió otro anillo e hizo lo mismo y se lo colgó el
de su cuello y la dijo que la esperara durante tres años, si no volvía es que
había muerto y era libre para hacer lo que quisiera, si volvía y lo reconocía
se casarían.
El hombre de
la piel de oso continuó ayudando a la gente. Cuando pasaron los tres años que faltaban, el hombre de la piel de oso
volvió al mismo lugar donde siete años atrás, se había encontrado con la dama y
se sentó a esperarla. Cuando este llegó estaba bastante enfadado y le pidió sus
ropas pero antes el muchacho le pidió que le devolviera su aspecto. Le
desapareció la barba, las uñas largas, el pelo largo, volvió a ser el mismo
pero siete años más envejecido pero más fuerte y apuesto.
Nada más
recuperar su aspecto fue a su casa a ver si su dinero seguía allí, se compró
ropas nuevas y lujosas, un caballo y una carroza y se fue buscar a su
enamorada. Cuando llegó a casa de la muchacha pidió posada para poder dormir
allí. A la hora de la cena las dos hermanas mayores se vistieron muy
guapas para ver quien se quedaría con él pero la joven de la casa estaba
cabizbaja y vestida de negro. Cuando ella se levantó a recoger la mesa dejo su
anillo en el vaso de la chica y cuando fue a beber lo vio, entonces le miró a
los ojos y se dio cuenta que era la misma mirada que el hombre de piel de
oso. Ambos se abrazaron y se besaron. Las hermanas muertas de la envidia
abandonaron la casa y nunca más se supo de ellas, mientras que los muchachos se
casaron y vivieron muy felices y nunca más les falto nada.